Yoraima
Lárez
Fuente: Ciudad CCs |
“La
Batalla de La Victoria fue un hecho que marcó la historia de Venezuela”, es
común oír esta oración que se acepta, a veces, sin ninguna reflexión; al
cumplirse en este año el Bicentenario, bien vale la pena dirigir la mirada al
contexto de aquel entonces y preguntarse: ¿Por qué los estudiantes
universitarios y seminaristas, miembros de clases privilegiadas, deciden
sacrificar sus vidas en una batalla que llevaban todas las de perder?
Necesariamente, hay que remontarse a 1812 cuando se inició la
contrarrevolución que venían preparando desde Puerto Rico y el General Miyares
en Coro. Monteverde, español, poseía las cualidades que no poseían los
patriotas; astucia, audacia, energía y crueldad para imponer su autoridad y
atemorizar a sus enemigos sale de Coro con una expedición de 200 hombres hacia
Valera con el propósito de tomar Carora. Cuando llegó a esa población los
patriotas fueron pasados a cuchillo y la ciudad entregada al saqueo (Liévano,
1974; p.p. 83-84). El horror se apoderó de la población venezolana. Miranda
capitula frente a Monteverde que aplica la “Ley de la Conquista”. Ratifica Gil Fortoul
(1979): “Apenas hubo atentado ni crimen que no cometiese en Caracas, durante
los doce meses de su dictadura y en el interior lo secundaron tenientes cuyos
apellidos se han perpetuado como sinónimos de ferocidad y vandalismo: Yañez,
Zerberis, Zuazola, Rosete, Boves” (p. 354).
En 1813, el conflicto de las razas o clases
sociales, plantea Gil Fortoul (ob.cit), era una cuestión capital en las
postrimerías de la colonia, resuelta teóricamente por la Constitución de 1811
pero, en la convivencia no. Este hecho le sirve a Boves para erigirse jefe de
los pardos y atraerlos a la bandera del Rey. Boves declara, expone el autor
citando a Llamozas:
…la
muerte a todos los blancos y lo ejecutó constantemente hasta el pueblo de San
Mateo. Por consecuencia de esta resolución hizo matar en Calabozo a 87 blancos
que pudo aprehender y dejó lista de
otros 32, para el mismo efecto, y orden de salida de esta villa a su comandante
militar para que hiciese matar a todo hombre blanco que allí llegase y que las
mujeres blancas de Calabozo y pueblos inmediatos fuesen remitidas a la Isla de
Arichuna, como se ejecutó, repartiendo las casas y bienes de los muertos y de
las desterradas entre los pardos y dándoles papeletas de propiedad (p. 370).
Se
percibe de la nota histórica, la guerra civil que se confrontaba en ese tiempo,
el proceso de independencia que se había declarado en contra del imperio
español, hábilmente es manipulado y se hace ver que es una lucha entre
hermanos, diferenciados por la clase social a la que pertenecían y el color de
la piel que poseían. E incluso el Gil Fortoul (ob.cit) recalca que hasta su
muerte Boves actúa de la misma manera, en los Llanos, Valencia, Caracas,
Cumaná, Maturín. Dio órdenes de palabra y por escrito a sus comandantes
(Francisco Tomás Morales, Francisco Rosete) para que a cuantos patriotas
blancos se presentasen o pudiesen ser aprehendidos los matasen ocultamente sin
formarles causa ni observar alguna formalidad; añadiéndoles siempre que sería
su mejor amigo el que más matase. Mijares (1979) refrenda el hecho cuando
expone; “… un guerrillero no menos feroz que Boves, llamado Francisco Rosete,
había tomado y saqueado a Ocumare del Tuy… degolló sin distinción a hombres, mujeres
y niños, y hasta en la iglesia sacrificó a los que allí se habían refugiado”
(p. 408). Braulio Álvarez citado por Cardozo (2011) califica a Francisco Tomás
Morales “diezmador de Venezuela” (p. 30).
Las venezolanas y venezolanas, primero con Monteverde y luego con Boves,
vivieron tiempos de horror, espanto, terror, pánico. Simón Bolívar en carta a
Wellesley del 14/01/1814 expresa lo siguiente:
·
Huí de un país que volvía a poseer la
tiranía; acababa de ser testigo de las perfidias del gobierno español, que
después de haber firmado una capitulación en San Mateo, que aseguraba la
inmunidad de las personas… la infringió escandalosamente.
·
…el despotismo atacó a todos los estratos de
la sociedad.
·
Mis primeros pasos no fueron menos felices.
Había marchado a la cabeza de cuatrocientos soldados y entré en Venezuela con
menos de trescientos. Sin embargo este puñado pudo en cinco batallas destruir
un ejército de diez mil hombres y
libertar las provincias de Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas. Arranqué
entonces al orgullo español actos humillantes que aún no había ejecutado. No
solo propuso el gobierno de Caracas una vergonzosa capitulación, más en un
decreto que publicó el 3 de agosto del año pasado, nos reconoció como un
gobierno legítimo.
·
Nuestras tropas se distinguían cada día con
brillantes victorias.
·
Yo ejerzo aún el poder supremo. Yo protesto
sin embargo a Ud., que no son mis miras de elevarme sobre mis conciudadanos.
Ansío por el momento de convocar una representación del pueblo, para
transmitirla mi autoridad. El 2 de este mes en una asamblea popular que invité
espontáneamente, justifiqué mis operaciones, presentando los informes de los
tres secretarios de estado. En un discurso que dirigí a la asamblea, termine
renunciando la autoridad.
·
Los oradores y el pueblo se elevaron contra
esta resolución y consentí continuar de jefe supremo hasta el momento que,
destruidos los enemigos, pudiera volver a la vida privada…
Se
ratifica en la carta de El Libertador el horror que vivía el pueblo luego, de
la capitulación de San Mateo. La heroicidad demostrada por Bolívar y sus
tropas, a pesar de ser pocos son bravos, valientes y vienen a protegerlos. Los
realistas abandonan Caracas y toman el gobierno y se instaura la Segunda
República. El poder ejercido por Bolívar era distinto a los conocidos, rendía
cuentas al Pueblo, daba explicaciones y renunció a su autoridad, con esto
demostró ser un demócrata, reconoció que el pueblo es quien ostenta la
autoridad y a éste estaba subordinado. Sus palabras y acciones llenaron de
admiración y asombro a todos los habitantes.
En
todo este tiempo el pueblo escribió canciones, poemas y esa producción da
pistas que permiten analizar la realidad. A continuación, algunos fragmentos:
Madrigal
poema dedicado a Atanasio Girardot, autor anónimo (1813).
Detente
peregrino,
del
bravo granadino
cuando al cielo de la Patria implores
sus
heroicas hazañas ten presente.
Él
con sangre regaba
los
campos de la gloria, y en la nada
entró
venciendo al enemigo fiero.
Reconocimiento al valor que
venció al enemigo fiero y el agradecimiento demostrado con flores y
oraciones.
Logeville (1831) publicó narraciones, letras
de canciones durante su servicio como soldado en Venezuela.
¡Gloria!
¡Gloria! Bolívar
¡Gloria
Libertador!
De
Ceballos espanto,
de
Araure vencedor.
El
pabellón de España
cuando
en el campo hicisteis
fijar
el tricolor.
El
que quiera ser libre que aprenda
que
en la Guardia tenemos por Ley,
aborrecer
a todo tirano
y
detestar el nombre del rey.
Avanzad,
avanzad, ¡oh! Guerreros
Al
feroz español atacad!
Y
a pesar de sus vanos esfuerzos,
¡libertad!
¡libertad! ¡libertad!
¿Qué
esperamos de un rey que ha violado
las
contratas que hizo a su nación?
Esperemos
los males más graves;
igualmente
nuestra destrucción.
Reconocimiento al valor de Bolívar,
el gigante, que venció a la poderosa España.
El respeto y la observancia leal a
sus acuerdos para derrotar al rey que había violado la ley.
El clamor de libertad de un Pueblo
que no podía ser gobernado por el deshonor. Ellos y ellas sabían al poder
al cual se enfrentaban y esperaban grandes males e incluso la muerte.
Era preferible, mil veces luchar que vivir de rodillas con miedo
esperando a Boves “que adonde quiera hizo un osario” decían algunos versos que
los patriotas cantaban (Cardozo, 2011, p. 58). En este escenario, José Félix
Ribas, patriota revolucionario, vehemente defensor de la libertad y la
independencia. Expone Mijares (1979), representó a los pardos en el Cabildo el
19 de abril de 1810, fue expulsado de la Junta Suprema por exponer sus ideas
radicales que generaron temor. Luego, de la perdida de la Primera República se
embarca con Simón Bolívar en la goleta Jesús, María y José dirigiéndose a
Curazao. En la Campaña Admirable es el Comandante de la Retaguardia de las
tropas patriotas y Bolívar el General en Jefe (MINCI, 2013).
Con esta responsabilidad, Ribas conduce las
tropas y obtiene la victoria en Los Horcones, Niquitao, Vigirima… Era incansable el General Ribas; el 3 de
febrero Campo Elías es derrotado en La Puerta y Boves se apresta a seguir hasta
Caracas, se queda en Villa de Cura y designa a Francisco Tomás Morales para que
se traslade a La Victoria. Bolívar se encontraba en Valencia y Ribas tiene la
misión de resguardar la capital, salvar la república.
Desde el 12 de enero al 7 de febrero se dedicó a reclutar jóvenes
estudiantes (Ramírez, 2014). a quienes entrenó y enseñó las tareas elementales
que debía realizar un combatiente, había que luchar por la Patria, salvar la
República y proteger a las mujeres, niños, niñas, ancianos de la muerte segura
a manos de Boves y sus sanguinarios. Con esta muchachada partió hacia La
Victoria atravesó Buena Vista, Cruz de Madera, San Pedro y Las Cocuizas. El
Libertador (Valencia, 5 de febrero de 1814) arenga a los combatientes: “Hoy la libertad,
el honor y la religión insultada por la más despreciable facción, os llaman con
sus sagradas voces. Seguid a vuestro Jefe, que os ha conducido siempre a la
Victoria, y os ha dado Libertad”
Son los valores que marcan su impronta en el alma, en la mente y el
corazón: libertad, honor, amor, patriotismo y esto es condensado en las palabras
de José Félix Ribas antes de entrar en batalla proclamó lo siguiente:
“Soldados: Lo que tanto hemos deseado se realizará hoy: He ahí a Boves. Cinco
veces mayor es el ejército que trae a combatirnos; pero aún me parece escaso
para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de los tiranos la vida de
vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la Patria; mostrarles
vuestra omnipotencia. En esta jornada que será memorable, ni aun podemos optar
entre vencer o morir: ¡Necesario es vencer!, ¡Viva la República!
Los habitantes del pueblo de La Victoria, en historia oral que pasa de
generación en generación relatan: “La batalla fue feroz y llegó un instante que
estaban perdidos Ribas exclama a la Inmaculada Concepción y, en ese momento,
entra Campo Elías con sus hombres y los realistas huyen…”
Fue una batalla ganada a fuerza de coraje, valor y dignidad donde sus
protagonistas vencieron sus propias limitaciones militares, sus miedos y pudo más
el patriotismo y el amor. Esto lo reconoció el Libertador en Valencia el 13 de
febrero de 1814 y le confirió a Ribas el título: El vencedor de los tiranos de
La Victoria y decretó: “Toda la División que entró en acción el 12 en la
Victoria tendrá el privilegio de llevar en la manga izquierda de la casaca un
escudo con el mote de “DEFENSORES DE LA VICTORIA’’, expresó
Bolívar el 17 de febrero (Ramírez, 2014).
Esta
gesta es inmortalizada en el Himno del estado Aragua:
Coronó nuestras cumbres la gloria
cuando Ribas su espada blandió,
y a su homérico afán La Victoria
con sangre opresora sus campos regó.
Este año, 2014, recordamos con profundo patriotismo el Bicentenario de
la Batalla de la Victoria y, posteriormente, instaurado como el Día de la
Juventud por la Asamblea Constituyente en 1947. Y, por este motivo, cadetes de
la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, jóvenes del Frente Francisco
de Miranda, Liceos militares, el pueblo que se les agregó hicieron el recorrido
que hace 200 años realizó el General Ribas con los estudiantes universitarios y
seminaristas de Caracas. Por testimonios de las y los jóvenes participantes se
percibe el orgullo que sienten al revivir los hechos históricos, también el
deseo de llegar a la meta y lograr los objetivos “llueva, truene o relampaguee,
lo haremos”, “dejamos los libros y empezamos a vivir la historia”. En verdad,
que esta es una Juventud Bicentenaria, nace una generación de valores distintos
(SIBCI, 2014).
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